lunes, 28 de septiembre de 2015

FANIA, DE LAVOE A CLAUSELL, UN NUEVO SHOCK

Fernando España



En 1970 el escritor futurista Alvin Toffler presentó al mundo su libro Future Shock, traducido al español como El shock del futuro, en el que planteaba como el ser humano padecería una nueva angustia debido al paso acelerado de la humanidad de una sociedad industrial a una era superindustrial, y posteriormente a una post-industrial. ¿La misma post-modernidad que en 1979 propusiera el filósofo Jean-François Lyotard en su texto La condición posmoderna? Consecuencia de los continuos cambios tecnológicos y a la sobrecarga informativa liberada por los mismo, sometiendo al individuo, y a las comunidades, públicas y privadas, a un estrés intenso sin entender el porqué de “tantos cambios en tan breve tiempo”.

Desde entonces, medio siglo atrás quizá, muchas cosas han pasado en el planeta Tierra, empezando por los viajes a la luna, y continuando con los poderosos conciertos en Nueva York que la Fania All Stars, dirigida por Johnny Pacheco, tocó en 1971 y 1973. El primero: el 26  de agosto en el Cheetah, y el segundo: el 24 de un mismo mes en el otrora Yankee Stadium. Y terminando, si es que terminan, por la insospechada existencia de internet, y el Tributo a Fania organizado el sábado 24 del verano neoyorquino (de 2014) en el Central Park, como programa del Festival Summerstage, por las “nuevas” Estrellas de Fania, la Armada Fania, conformada por un elenco de DJs y remixers encabezados por Joe Clausell, Bobbito García y Los Barones del Whisky, quienes combinaron sus sesiones y set girando sobre los audios clásicos y las pastas originales de Celia Cruz, Rubén Blades, Héctor Lavoe, Ismael Miranda, Ray Barreto, Mongo Santamaría y el resto de “estrellas de carne  y hueso” de la era industrial de Fania Records, “el sello editorial que le dio a la música latina un perfil y un orgullo que nunca había logrado en este país”, en palabras del crítico Jim Farber del Daily News.

En un principio, los “nuevos” dueños y directivos de Fania para empalmar las dos épocas, y celebrar los cincuenta años de lanzamiento (?) de la compañía fundada por Pacheco y Masucci, habían previsto un “show” de puente con la reunión de los sobrevivientes de la entrañable banda, como el propio Pacheco, Larry Harlow e Ismael Miranda, y los Djs y mixers de quienes han publicado sus remixes en álbumes, como África Caribe de Claussell. La iniciativa original se frustró debido a los compromisos y horarios de los “viejos”. “Las Estrellas no se alinean”, declaró con cierto sarcasmo Michael Rucker, el director de mercadeo de la compañía, a Farber, periodista perteneciente a la generación de cronistas que escriben sobre el actual Nueva York sonoro erigido sobre las sonoridades de los setentas, recordadas por Will Hermes en su libro Love Goes to Buildings on Fire: Five Years in New York That Changed Music Forever, publicado en 2012.

Desde entonces, mucha agua del Rio Hudson ha pasado bajo los puentes que unen a Manhattan con el continente, desde cuando se filmó Nuestra Cosa Latina en el Cheetah y desde cuando “los latinos creyeron alcanzar las estrellas” en aquel frustrado concierto en el desaparecido estadio de los Yankees, “el evento que demostró el poder comercial y cultural de la salsa”, y que fuera interrumpido por los espectadores, en su “gran” mayoría inmigrantes latinoamericanos, emocionados de ver a los suyos triunfantes en el máximo símbolo arquitectónico del deporte estadounidense, saltando las cercas, abordando la grama, para desde allí tomarse el escenario, donde "los suyos" tocaban bajo la batuta de Pacheco. Entonces era cuando “los músicos se alimentaban de la energía del público", según Rucker.

Hoy, en los tiempos de la revolución EDM causada por la "nueva ola" de los Djs, la magia es otra, y reside en la turbulencia de las mezclas, la extracción de samplers y la reiteración de los bits, y todo un montaje audiovisual, tanto adelante del pinchadiscos como a sus espaldas. Consecuente, la Nueva Fania, sabedora que la industria sonora en absoluto se puede reducir a lo digital y el botoneo, se ha hecho a bandas como la californiana Boogaloo Assassins, confirmándose que hasta La bogotana 33 es prospecto sobre los escritorios de Código Music, propietaria de la marca, con el fin de anexarla a Fania. Un catálogo supuestamente fundamentado en las ideas de Arsenio Rodríguez, el formidable músico cubano que un sector de la salsa estima como “el padre de la salsa”.

Sugerencia paternal, la atribución a Arsenio, que ante el “cuestionamiento de todo” que la postmodernidad propone, podría ser hasta reconsiderada, insinuando que hasta un insospechado Thomas Alva Edison podría serlo. Si, el inventor, quién contribuyó a darle a la humanidad los matices tecnológicos que hoy goza, pese al fracaso de la modernidad, a juicio de los discípulos de Lyotard, en su intento por lograr la emancipación de los seres humanos. Sin embargo, ¿que hubiese sido de nosotros, los salseros, perdonen el reduccionismo, sin la electricidad, el fonógrafo, la música grabada o el cine? El son sería aún montuno oriental, Échale salsita nunca hubiera sido grabado, Fania nunca hubiera sido creada, Nuestra Cosa Latina en absoluto hubiese sido rodada y Lavoe sería un perfecto desconocido. Conjetura que por ahora, permítanme anunciarles, será materia de un libro próximo a publicar. 

Aún así, y pese a todo, pareciera éste artículo como pasado de moda de cara a la avalancha diaria de información que internet provee, sin embargo esto apenas está comenzando. A un año del Armada Fania at Summerstage a Dj Tribute To Fania, quizá sea muy temprano para echar voladores y elevar cometas. En verdad, no hay nada que celebrar, pero nuevos tiempos soplan. O ¿acaso no escribimos a borbotones sobre hechos sonoros sucedidos hace más de medio siglo, suponiéndose que la Tierra se hubiese detenido y que "todo tiempo pasado fue mejor"?

La percepción del tiempo es también sustancia de la angustia existencial, el shock eterno. 






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