Tributo a los treinta años de Latinaestéreo
Fernando España
En
el barrio hay,
tres
días de carnaval…
Johnny
Pacheco
Me han convocado, coincidiendo con los treinta años de la fundación de la emisora Latinastéreo de Medellín, al “Gran plantón, no a la exclusión de la
salsa en Bogotá”, organizado, al parecer, por quienes desde la radio
comercial salsera bogotana "paradójicamente" han excluido a la “salsa” (el son, la salsa misma,
el jazz latino y la música cubana) para dar oportunidades y beneficios a “placebos
de apariencia salsera”, en detrimento del desarrollo de una cultura y un
fenómeno complejos, atravesado por un “género de géneros” tan complejo
como él mismo.
Luego de una breve reflexión, que más que efímera
fue inmediata, he manifestado que en mi agenda no aparecerá mi asistencia a la convocatoria. Aprovecho la coyuntura para exponer, las razones de la negativa
respaldada por una observancia histórica, y una posición crítica también de
vieja data, y reforzada por el transcurrir del tiempo, al notar que el
liderazgo que la radio comercial salsera debió asumir fue contrario en todo, para
no decir que contraproducente, banalizando un fenómeno socio cultural que desde
su gestación, en Cuba o Nueva York, o donde haya sido, superó la mera dimensión discográfica, instancia donde la radio
comercial salsera se estancó, impotente, sin superar y entender que la salsa está “más allá de poner discos, invitar a la rumba, tomar
aguardiente y ganarse unos pesos con ella”. Esta introversión en absoluta es
mía, la exteriorizan investigadores del fenómeno en el planeta y reside en el
espíritu mismo de una música que es más que “sólo música para oír y bailar”, empezando
por las declaraciones de la máxima personalidad e icono más relevante de la misma, Rubén Blades, quién en
junio del 2000 expresó: “Algunos piensan que la música no es más que un
entretenimiento. Yo creo que también es una manera de comunicar ideas, de
enfrentarnos a nuestros errores colectivos y/o individuales, de documentar
nuestras acciones y esperanzas, y de presentar posibilidades de cambio”.
Estimo, dada nuevamente la coyuntura de
cierre de un dial “salsero”, que es el momento de declarar en público como
agente salsero “bogotano”: discjockey, socio de establecimientos de baile, programador
y realizador radiofónico, productor de eventos, manejador de agrupaciones, co-fundador de emisora, bloguero, cronista, conferencista y miembro de la mesa de trabajo donde se proyectó el
Festival Salsa al Parque, el certamen salsero más importante de la ciudad, mi
pensamiento sobre la radio comercial salsera bogotana, de la que siempre expectante
espere mucho, dado su poder de convocatoria, respaldo económico y pertenencia a
cadenas de radiodifusión generadoras de opinión. Pero en especial, me
manifiesto por ser uno más del numeroso público salsero existente en la ciudad,
inconforme no sólo con el reduccionismo al que la radio comercial salsera
sometió a la salsa negándola como fenómeno social y cultural, estético y sonoro, sino en la manera
despectiva que trató a la música misma, haciendo gala de una desinformación,
por no decir ignorancia, imperdonable en plena era de internet, siendo testigo,
como cientos de salseros capitalinos de la abundante producción salsera -de
todas las calidades- que circula desde hace más de una década en ella, mostrando que la salsa está viva, gracias no sólo a los músicos sino al
masivo público inconforme que ha encontrado en el sector independiente, que iguala
o quizá supera a la multimillonaria industria del entretenimiento discográfico -como lo corrobora Cali-, la respuesta a las necesidades vitalistas que la salsa (el
son, la salsa misma, el jazz latino y la música cubana) suple y nos identifica.
En consecuencia, y por ahora, citaré tres razones
que estimo sustanciales para no solidarizarme con el plantón:
La primera, repito, por la manera como la
radio comercial salsera bogotana históricamente ha excluido de sus
programaciones, y programas, a la salsa distinta a la promocionada por las multinacionales
disqueras, especial a la distribuida por Sony Music, sacrificando, o enviando
al ostracismo, al sector independiente, cuya circulación en internet es más que
evidente, siendo el ámbito donde afortunadamente “los salseros” hemos sabido de
la existencia de “buena música” sin necesidad de recurrir a las "altas
audiencias". Dudo que los directivos y programadores de la radio
comercial en absoluto se hayan enterado de la calidad expresiva y/o técnica de
la salsa que circula en la “red mundial de información” para no incluirla con "berraquera", imaginación y solidaridad en las programaciones de las emisoras que “dirigen”.
La sinrazón, como el sector independiente no paga cuota, ni invita a almuerzos, pues no se incluye, así dé “raiting”, que es la urgencia que siempre se aduce.
La segunda es por aquella entelequia que hace
carrera en directivos y programadores, quienes como “loros” reproducen un
prejuicio que de tanto repetirlo se hizo verdad revelada, absoluta e irrefutable.
Aquella entelequia que repiten “a boca llena” sin detenerse a
pensar que tan cierta puede ser: “está canción no es comercial, por lo tanto no
podemos programarla”. ¡Hábrase escuchado algo más idiota! (Olvidan aquel episodio archiconocido de Blades con Pedro Navaja, el disco más vendido en la historia
de la salsa, entre muchos otros casos, como lo sucedido con La Pantera Mambo,
el mayor éxito de la salsa bogotana,
impuesto por la radio universitaria). Y lo peor, cuando apenas han escuchado
treinta segundos de una obra que dura aproximadamente cuatro minutos. Hay que
ver la soberbia con la que se sentencia “sirve", "no sirve”. Claro que cuando
está entelequia llega como objetivo de una multinacional discográfica en
absoluto se duda: “Se pone sin ser escuchado, sin problema alguno,
intermediando almuerzo”. Lo que sirve, lo comercial, al parecer, es la salsa
monga, dada la programación que se escucha, ignorando, repito, a la salsa como
fenómeno social, cultural, histórico, identitario, artístico y musical, e irrespetando
a las audiencias en el libre derecho a ser informada y ser satisfacida en concordancia con la cultura, la historia y la sociedad. Una vez más, pienso que “aquello ‘de lo
comercial’ como ‘lo del raiting’ es un embuste, ya que lo que importa es el
billete inmediato, dé o no ‘raiting’, o ¿cómo se explica que pese a haberse
programado toda la salsa comercial diseñada por las multinacionales hayan
fracasado más de tres emisoras comerciales salseras en Bogotá?”. Por demás, urge saber ¿cuál ley de comunicaciones colombiana dicta que la radio criolla debe estar al servicio de las multinacionales del disco y no de sus artistas y ciudadanos?
La tercera, es la forma como con altanera
arrogancia también los directivos de las cadenas radiales a las que pertenecen las emisoras comerciales salseras, excluyen de la dirección y asesoría a quienes realmente se
han tomado la molestia gozosa de oír, estudiar, investigar, coleccionar, pensar
y escribir sobre la salsa, el son, el jazz latino y la música cubana de ayer a
hoy. Un medio de comunicación serio,
responsable y consecuente en absoluto desprecia a los mejores hombres de una
sociedad en cualquier tema, y menos en una época cuando la humanidad estima y
urge de quienes con talento edifican la llamada “sociedad del conocimiento”. Los grandes medios en el mundo -como un
ejercicio del conocimiento y la información, así como las empresas para un mejor rendimiento de
sus inversiones-, cuentan con juntas directivas, consejos editoriales y/o
comités asesores para diseñar políticas, trazar contenidos y proyectar metas económicas
y comerciales. Un ejemplo que debería estudiarse es el modo como Latinastéreo en
consenso, desde su fundación en 1985, tiene constituido un comité creativo que semanalmente se reúne para estudiar y evaluar las obras que rotan y rotaran en
su programación, un ejercicio que le ha valido, no sólo sostenerse durante
treinta años, sino mantenerse entre las quince más escuchadas de Medellín
(de
las treinta y dos existentes en FM), una
ciudad habitada por dos millones de personas. La capital colombiana potencialmente, estimados sus ocho millones de pobladores, y con una diversidad étnico-cultural que
supera con amplitud a la capital antioqueña, con seguridad daría para tener, mínimo,
dos emisoras de salsa, bien manejadas y bien programadas, proyectadas en el concepto de
barrio y su gente: alma de la salsa, “target” de la producción salsera y objetivo privilegiada de la emisora nacida en Envigado. ¡Es el desafío con tanta salsa buena y dura que se ha publicado desde los noventa a hoy! Bien lo dijo Blades, y lo enfatizo: “Mi música trata sobre la ciudad, sobre la gente, sobre lo que hacemos y lo que no hacemos, y sobre lo que yo espero que podamos hacer juntos por una sociedad sea más justa y un mundo mejor”.
Para la radio comercial bogotana tan
engreída como autosuficiente, la salsa es música para borrachos, despechados y
“sentimentalistas”, dejando la dirección y programación a personas con “bonita
voz”, “personalidad festiva” y ponedores de discos. Discúlpenme, pero basta
escuchar sus animaciones y “comentarios” para notar su supina ignorancia y
alborotada conceptualización en materia salsera. En verdad, es incomprensible
la forma como se excluye a personas como César Pagano, (José Arteaga), Mario
Jursich, Sandro Romero Rey, Manuel Rodríguez, (Luis Viñas), Ángel Perea, Juan
Martín Fierro, Mario Morales, Jorge A. Sánchez, Carlos Molano, (Gary Domínguez), Ismael Carreño, Rubén Toledo,
Jaime Rodríguez, Jaime Velásquez, Jeannette Riveros, Bertha Quintero, Marcela Garzón Joya,
Alexandra Colorado, Jaime Andrés Monsalve, Danny Rosales, German Villareal, Guillermo Segovia, (Diego
Andrés Aranda), Carlos Aranzazu, Juan Pablo Varela, Jorge Villate, José “Chepe” García”, Boris Aguancha, Petrit Baquero, Guido Granadillo, Juan
Carlos Escobar, Antonio Cruz, Manuel Durango, Enrique Sánchez, Rubén Darío Tafur, James Ortega, Javier Egas, Carlos Alberto Menjura, Yeisón Puentes … Y hasta los mismos Omar Antonio, Jota
Fernando Quintero y Álvaro Quintero, sometidos a las políticas caprichosas y codiciosas de los
propietarios y directivos de unas emisoras que ingresan a la historia de la
radio salsera “sin pena ni gloria” en comparación a Latinastéreo -pese a los
altibajos en su sostenibilidad económica y comercial, que superan con unidades
de negocio: pauta, “merchandising”, eventos, producciones discográficas y
alianzas-. En realidad, sino hubiera sido por las estaciones culturales, los
programas especializados -como la tarde sabatina de U.N. Radio- e internet, donde sobresalen los inquietos blogueros caleños -Dj El Chino y Dj
Hecu Ordoñez-, repetiríamos como “loros mojados” que “la salsa en todo tiempo
pasado fue mejor”, consecuencia de tanta salsa "monga, refrita y romanticoide" promocionada por la radio
comercial en sus horarios “prime time”.
Y este es sólo un grupo reducido de personas
con acumulado salsero, de las muchas que residen o con influencia en la capital que bien podrían
integrar un comité asesor, o varios en distintas emisoras, reuniéndose cada mes
para aportar temas clásicos, éxitos recurrentes y novedades discográficas, y junto a los ejecutivos evaluar comentarios, críticas, encuestas, cifras, investigaciones
de mercado y estadísticas con el objetivo de dar desarrollo, sostenibilidad y rentabilidad a la inversión radiofónica en una plaza curiosa, sensible y con tradición
como Bogotá, que siempre copa los recintos donde se presentan artistas “duros”
de la salsa, el son, el jazz latino y la música cubana no programados, ni
promocionados sin pauta por la radio comercial salsera, la única responsable de
su desaparición del dial, así como es la única responsable de la desinformación
y el envejecimiento salsero que padece un altísimo sector de las audiencias de las
músicas tropicales que padece Bogotá.
Cuanto me hubiera gustado acompañar el
plantón en otras circunstancias, pero la radio comercial salsera se quedó corta, "ni fú ni fá", de cara a la responsabilidad cultural, social, musical, formativa y de
entretenimiento que los salseros
bogotanos le conferimos, uniéndome con envidia sana al jubileo treinta de
Latinastéreo, una emisora ya de culto, que bien quisiéramos los "bogotanos". Para clausurar esta reflexión en voz
alta, digamos que la operación de las emisoras en Colombia es mayoritariamente privada,
efecto de la concesión estatal, pero el espectro electromagnético por donde transitan
los mensajes sonoros es propiedad de todos los ciudadanos, por lo tanto las
emisoras están obligadas a ser responsables en sus contenidos, sean sociales y/o
culturales.
Postdata: Agradecimiento a Julio Restrepo Molina, ex director de Latinastéreo, por su aporte a esta reflexión.